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Poema ganador VI Premio Nacional de Poesía "Poeta de Cabra", 2018

AMARGO SOLO amargo solo sobre el cielo de la boca tu nombre : así es como estoy yo sin ti, amor, con el mismo dolor de siempre. sin embargo, incansables, nos dirigimos al encuentro del momento aquel en el que algún hombre se empeñó en dictarnos y en ciertos sitios y a ciertas horas, solos volvemos al camino donde la bala entre los labios y el hueco en la sien : solo tenéis que mirar cuánto dolor hay ahí afuera y aún así, aun llegado a ese punto, no sabemos realmente qué coño decir y lo peor de todo es que a muchos de nosotros nos concierne : no se puede estar con una mano agarrando la teta de una puta y con la otra vigilando la cartera. confieso, inútilmente, que yo no he venido a este mundo para ser carnaza de nada, ni de nadie. —digamos que no soy de esos que por naturaleza rechaza a las flores, sino que me gustan aquellas que crecen al borde de la locura— ; bueno, y si no os gusta lo que oís, lo diré

Poema ganador III Premio Nacional de Poesía "Poeta de Cabra", 2015


LA MUJER DE LOT COGIENDO UN TAXI


                                                                         Hubo un día que anduve
                                                                         por la tierra sin nadie 
                                                                                                   (Gamoneda)


Vi a la mujer de Lot parar un taxi,
sentarse con alivio,
remover su tristeza y murmurar
las sílabas melladas de un destino,
parecía una simple
turista con su mapa en el recuerdo,
tenía gafas de sol,
el cuello dislocado,
                                y la amargura
de quien sabe perdido el paraíso
sin descifrar el mal
que esconde un simple escorzo de nostalgia.


La vi alejarse, el coche
se fundió en una esquina, con su imagen
exiliada sobre el poliuretano
del asiento trasero:
esa mirada, siempre esa mirada
de futuro en sazón, esa mirada
donde reconocer
cada una de las calles, todos esos
rincones luminosos
que aún guardaba en la memoria insomne
de un ayer sin sal ni condenados.


Giró el taxi al final de la avenida,
perdí entonces el rastro
de la mujer que un día tuvo nombre
(Edith, o acaso el nuestro)
y movía con gracia su cintura
antes de aquella rigidez severa,
esa mujer que siempre
quiso mirar,
                     quiso mirar
                                          y ver…


Nunca más supe de ella,  aunque imagino
su figura furtiva
presa en el arrabal de una certeza,
ahora que Lot no estaba, y la ceniza
cubría de silencio
todos los callejones de esta vida
-tan parecida a aquella, y tan distinta-,
ahora que Lot no estaba,
                                         ella intuía
la crueldad extrema de ese dios:
restituir sus ojos
para grabar en ellos la sentencia,
hacerla otra vez tierra,
devolverle la sangre y los recuerdos
cuando a su alrededor todo era estatua.  



©  Amando García Nuño

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